El barro se presenta
en la soledad confusa.
Se hunden palabras,
desaparecen los cuerpos.
Voces quebradas
en bosques invisibles,
donde duermen recuerdos blancos,
"sonrisas sin fingir".
Tibio roce de la noche,
embriagada de viejas canciones
y pequeños lagos verdes
ahogados de quimeras.
Las horas se alimentan
de morbosas confesiones.
Vuelve la espina celeste
a manchar el sueño.
Piedra negra y necia,
silencio arcaico de ternura incierta,
aleja pájaros exquisitos
por un camino que ya se ha perdido.
1998