viernes, 31 de enero de 2014

Cruz (1° cuento, 1999)

Cruzó la calle y se sintió desorientado. Ya no supo dónde estaba. Ya ni siquiera estaba seguro de saber quién era.
Pensó que era imposible el haberse perdido, llevaba más de tres años haciendo el mismo recorrido al ir de su casa a la facultad y viceversa. Incluso antes de cruzar la calle todo era normal, iba por el camino correcto. Pero aquella sensación de estar parado en un lugar desconocido, empezaba a crecer y a desesperarlo.
Estaba inmóvil, desde que subió a la vereda no había podido mover ninguna parte de su cuerpo. Tal vez el miedo que le provocó aquella sensación de estar tan lejos de su cotidiana realidad lo paralizó; o alguna fuerza extraña que formaba parte de ese momento, tan absurdo como misterioso, le impidió moverse.
Miró lo poco que alcanzaban a ver sus ojos. Delante de él, a poco menos de un metro (pues la vereda era angosta) una pared, la pared que veía todos los días al cruzar esa calle. Había sido blanca pero la tierra, los afiches pegados y luego arrancados, las inscripciones y el tiempo, la fueron oscureciendo.
Hacia abajo, a unos centímetros de su pie derecho, justo en el centro entre la pared y el cordón de la vereda, un arbusto, joven pero descuidado y grotesco. Se le ocurrió pensar que había nacido ahí con el único destino de embellecer aquella cuadra. Pero alrededor del arbusto vio tapas de botellas, colillas de cigarrillos, restos de comida, bolsas de nylon y un papel arrugado y sucio donde alcanzó a leer "sábado peña jujeña".
Alzó los ojos lo más que pudo, esperando encontrar un cielo similar a los cielos de los días anteriores; o mejor aún, encontrar el cielo que lo había acompañado esa misma mañana en el camino a la universidad. Pero a pesar del esfuerzo su vista no pudo trepar la pared.
Bajó los ojos resignado y más desconcertado que al comienzo.
Aunque todo lo que había visto le era conocido, comparado con esa terrible sensación de angustia y enajenamiento, no significaba nada.
Aún no podía moverse y ni siquiera fue capaz de intentar emitir algún sonido. Todos sus sentidos empezaron a confundirse, no podía concentrarse ni calmarse. Su mente se transformó en una máquina y comenzó a proyectar imágenes en su cabeza. Parecían recuerdos de su pasado, pero algunos eran sucesos que no había visto más que en la televisión. Sin embargo, ahora estaba ahí, como si los hubiera vivido.
En la habitación de una casa, tal vez su casa, cuarenta o cincuenta personas entran y salen todo el tiempo. Hombres, mujeres, niños, todos de negro y lamentándose. Las lágrimas se multiplican a cada segundo. Él abraza a su madre, su madre llora, desconsolada y triste. "Ha muerto tu padre". El aire se torna espeso y a cada segundo se le hace más difícil respirar.
Se aleja de su madre, sale afuera dejando atrás los llantos y la muerte.
Las cosas no son mejores afuera y trata de esconderse, de escapar, como otros tantos civiles que quedaron atrapados entre las bombas, arrojadas por un avión, arrojado por una guerra. Está tan asustado que no le salen las palabras para pedir ayuda. "Debes pedir ayuda, ¿pero a quién?" Es noche y es día con mucha frecuencia. Junto a él pasan hombres cargando camillas y camillas cargando hombres. Hombres agonizando. Hombres que sangran y gritan. Comienza a sentir que le falta el aire mientras la muerte sigue desfilando a su lado.
Sus amigos lo toman del brazo y lo levantan, el resto de los estudiantes sigue saltando y gritando. La policía reprime, los golpea con palos, puños y patadas. Los compañeros desaparecen entre el humo denso y negro de los gases. "Tu pancarta se ha caído". El aire se hace insoportable y el olor a muerte se filtra por los poros de su piel.
Se moja la cara y alza la manguera. Un nuevo foco comienza a arder a unos pocos metros. Hectáreas de bosques se convierten en cenizas en apenas segundos. No alcanzan ni el sudor ni el llanto de los miles de voluntarios para evitarlo. "Te tiemblan las manos". Sus ojos no ven más allá de su brazo extendido. Sólo se ve el humo gris cambiar de dirección y al viento manejar la muerte.
La pantalla en su cabeza se apagó de golpe. Las persianas de sus ojos se abrieron, y otra vez, frente a él, la pared.
Sus pies se enfriaron súbitamente, un frío atroz, implacable, que empezó a trepar por sus piernas y a abarcar todo su cuerpo. El aire espurio que lo rodeaba penetró en su piel y comenzó a devorarlo desde adentro, lenta y silenciosamente.
Se sintió liviano, liviano y frío.
En ese momento escuchó sirenas. Tardó un instante en distinguir que provenían del exterior y no de su cabeza. También escuchó el murmullo, casi indescifrable, de varias personas.
Descubrió con satisfacción, pero no sin asombro, que ya podía moverse.
Se dio vuelta hacia la calle, de dónde provenían los ruidos. Vio a un grupo de gente formando un círculo alrededor de algo que no alcanzaba a ver. Las sirenas correspondían a una ambulancia estacionada junto a la ronda de gente. Trató de acercarse para averiguar qué había pasado. Bajó a la calle pero se distrajo al ver en el suelo algo que brillaba junto a su pie derecho, se agachó y lo levantó.
Era su reloj, lo reconoció en seguida. Estaba roto y sangrando, pero aún funcionaba. Se alegró de haberlo encontrado, era un recuerdo de su padre. Lo limpió y miró la hora, haciendo un gran esfuerzo pues ya había oscurecido. Dio un salto, iba a llegar tarde al cumpleaños de Rodolfo, su hermano.
Volvió a subir a la vereda y salió corriendo en dirección a su casa, mientras pensaba que su madre iba a reírse cuando le contara lo sucedido aquella tarde, del veinticinco de marzo, a la vuelta de la facultad.  

2 comentarios:

  1. Me gusto mucho Pame, comencé a leerlo y a las primeras oraciones ya me puse medio esceptico, me dije uhmm un cuento de esos que no tienen profundidad.. que después no pasa nada... pero al seguir leyendo me fui metiendo.. y cuando entra el personaje en ese sueño-recuerdo, me termine de meter, ese momento me encanto, al igual que el final.. y el reloj sangrando... Gracias... brindo por otros cuentos 2014 : ) besote! Manu

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  2. Gracias Manu!!!! Me alegra mucho que te haya gustado y que me lo digas, ahora me dan ganas de subir otro!

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