La serpiente se enrolló en su cuello
Esa mirada era tan última que lastimaba
El viento te ha despeinado, le dije
Pero su lengua agonizaba
Le até los cordones y sacando un peine
Del bolsillo arreglé su pelo.
Me senté a mirarla
Era como mirarme a mi misma en un espejo
Pero la imagen devuelta fue falsa y confusa:
Mi vientre se hinchaba con desconsolada prisa
Nadie te espera, le dije,
Su infinita pero última lágrima se reventó en el suelo.
Sentí el llamado antes de consolarla
Tomé su mano, inerte y traslúcida,
La apoyé bajo mi ombligo, ella también lo sintió.
Intentó un gesto pero la serpiente lo arrancó de cuajo
Abrazándose con más fuerzas a su cuello.
Pensé en el aire que dejaría de utilizar
Podría ser bueno para nosotras
Lo siento, susurré, somos dos.
Supe que quería sonreír,
Pero sus labios, morados hasta el hartazgo,
No se movieron.
Un dolor sordo y arrollador me llegó de su mano
Ya es hora,
Pero su mirada finalmente se había enajenado,
Estaba a punto de ya no ser.
En ese instante mis miedos y temblores coincidían armoniosa y perturbadoramente con los suyos
La serpiente se relamía, cegada de morbo, abyecta.
Mi vientre se abrió como en un grito,
Mientras sus párpados eran sellados
Por una fuerza primigenia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario