lunes, 12 de abril de 2010

Presentación del hijo.

Hace mucho que no escribo, es cierto, sucede que el tiempo ya no me pertenece, se me escurre por entre los dedos, se va cuando yo llego, o simplemente, olvido dónde lo dejé la noche anterior. Por ventura, las palabras aún están ahí, esperándome, sólo tengo que sacudirles la modorra y ordenarlas de modo que me mire al mirarlas, como en un espejo.
Si bien me jacto de tener un buen manejo de la pluma y la palabra (escrita), dudo de mi capacidad a la hora de describirles lo que es mi vida en estos meses. Incluso temo que sólo se vea como un manojo de cursilerías.
Ahora está dormido, pero cada tanto se queja, tiene gases. Es un ángel con gases, es mi ángel con gases.
A veces se ríe, aunque más no sea un fugaz reflejo o una mueca involuntaria. Su lengüita se asemeja a una esponja, suave, húmeda, carnosa. Su tono es rosado pero por momentos advierto matices de blanco leche.
Se que esconde algo en sus puños cerrados, pero no logro saber que es, cuando consigo abrir su mano ya ha desaparecido, lo guarda con tanto recelo que lo creo imprescindible para él, tal vez sea la inocencia, pues es algo que a nosotros ya se nos ha escapado de las manos.
Se puede ver a través de sus ojos, diáfanos, límpidos. Por momentos se queda absorto con la mirada perdida en algún sitio, un horizonte más allá del horizonte al que mis ojos son incapaces de llegar. Me pregunto si pensará en algo. Me pregunto si verá la miseria al mirarnos. Me pregunto si su piel, transparente y cristalina, resistirá mucho tiempo al roce de nuestras manos, sucias de recuerdos y silencios.
Para él, no hay noche ni hay día, los relojes de la casa le son indiferentes, las convenciones sanitarias lo tienen sin cuidado, supongo que tampoco le importan las fronteras, ni la marca de tus zapatos, sólo duerme cuando tiene sueño, come cuando tiene hambre y caga cuando tiene ganas.
Puedo estar horas viéndolo hacer gestos y muecas, en apenas unos segundos pasa del enojo al asco, del asombro al llanto, del puchero a la risa. Frunce el ceño, guiña un ojo, saca la lengua, bosteza, y finalmente, y ya sin fuerzas, y embriagado de leche, y vomitado de satisfecho, se duerme.
Su virginidad me conmueve. Hablo de su boca sin mentiras, hablo de sus ojos sin rencores, hablo de sus oídos sin promesas, y hablo de sus sueños por cumplir.
Así, así es mi hijo, os lo presento.

1 comentario:

  1. Gracias Pame. Que lindo leerte. No sabía de este espacio y me alegra. Creo que el tiempo ya no nos pertenece a ninguno pero igual lo podemos entretener y dejarlo un rato a nuestro lado. CAsi sin que se de cuenta.
    Te quiero mucho y que no se detenga esta marea.
    PD: me gustó la sección de libros recomendados. Ando medio vacía. Me cuesta mucho legar al Libro. Cuando lo encuentro devoro y casi con pena veo llegar de nuevo el salto al vacío y pienso en cuánto tardaré para encontrar otro... Y hay tantos...

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