miércoles, 10 de octubre de 2012

Anoche soñé con la muerte. Sus manos translúcidas rozaron el tiempo. El aliento de su boca volvió más fútil la vigilia. Subió la escalera casi sin hacer ruido, apenas una fricción, un crujir de maderas. La he sabido liviana, casi intangible y etérea. Y, sin dudas, artera. Tan humana la muerte.

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